Había una vez una pequeña de casi dos años, que
se caracterizaba por su carácter explorador, le gustaba pararse de puntillas y
explorar todas las cosas que tenía su abuelita paterna sobre su tocador, una
vez se comió su crema facial nocturna; en otra ocasión en la casa de su
abuelita materna, se comió la pasta de lassar,
hasta ese momento eran anécdotas de lo tremenda que era esta pequeña,
cabe mencionar que las tías se sorprendían mucho con el comportamiento de la niña
y llegaban a comentar que no se comportaba como una princesa. La niña
continuaba con sus comportamientos habituales, abriendo lo que se podía abrir,
oliendo lo que se podía oler, probando lo que se podía probar, su mamá ya sabía
que no podía distraerse con la plática de adultos porque seguramente la
encontraría con las manos dentro de algún envase y probando el producto, sin
embargo, a pesar de los esfuerzos de la mamá el día de hoy en una visita
familiar, a una casa donde generalmente
tenían el espacio dispuesto para niños y niñas pequeñas, confiada la dueña de
la casa y la mamá en que no había nada al alcance de sus manos que pueda romper
o probar, platicaron entre cuñadas; no contaban con que hoy justamente hoy al anfitrión se le ocurrió
mover una cajita pequeña que contenía una botella de alcohol, agua oxigenada,
cremas faciales, maquillaje, pads para desmaquillar y un esmalte.
¡Oh Dios! Acertaste, la niña tomó el esmalte y
pintó el piso, la esquina de la puerta de la habitación, y la mitad de la
botella quedó en su pantalón y playera (sobra decir que era nueva) y además tenía
poquito arriba del labio superior, su papá rápidamente la levantó, la revisó y
le lavó la boca, mientras su tía entró a google a buscar que se debía hacer en
estos casos, ¡sorpresa, sorpresa! Una serie de comentarios hostiles de las
mamás que respondían hacia las que preguntaban. Hubo uno en particular que le
llamó la atención a las “cuñadas”, en tono de broma una mujer respondió “hace
que tome un trago de solvente” la respuesta era de una mujer de otro país, por
la forma de conjugar el verbo hacer, después de la ironía, dijo que esperas
para ir al hospital. Ni siquiera eran del mismo país, y no perdió oportunidad
de juzgarla. La respuesta común fue
llévala a urgencias/ llévala al pediatra, qué demonios haces preguntando
aquí, así con todas sus letras.
¿Qué hacían? Pues buscar orientación inmediata,
para actuar con rapidez y certeramente, afortunadamente encontraron un sitio
americano que les dijo que por ningún motivo había que provocar el vómito, que
señaló en un punteo los síntomas a observar y lo mejor, la forma de revisar si
había consumido esmalte, no había esmalte en las muelas, no estaba maltratada
la lengua, es decir, no encontraron rasgos de pintura o quemaduras en ella y la
pequeña después del lavado de boca no presentó gesto alguno de asco o
repulsión. Ni siquiera lloró. Sonrió y enseñó lo sucia que estaba su ropa
mientras movía su manita como diciendo ¡ups!
Ya imagino que dos o tres estarán diciendo pero
que irresponsables, pero cómo se les ocurre, que les manden al DIF, yo te
preguntó ¿de verdad tu peque, nunca, nunca, nunca de los “nuncas” probó la
crema, tiró el talco, etc.? A mí sí me pasó, con un corrector líquido que
afortunadamente ocupó para decorar las patas del comedor de mi mamá, (lo
recuerdo y me río) también probaron mis labiales y rompieron mis cosméticos en
polvo (afortunadamente ya aprendí a recuperarlos, en aquel entonces, terminaron
en la basura). Así que aquí no hay madres perfectas, no hay mamás que no tenga
al menos una anécdota en la que su hijo o hija haya probado algo que no debía,
roto algo valioso, haya sido descubierto mientras se untaba cosas que no
imaginábamos que esas manitas pequeñas fueran capaces de abrir.
Un buen ejercicio de sororidad, es hacer tribu,
poner al servicio de las demás nuestra experiencia, dejar de juzgar, de
calificar y de señalar con el dedo índice a aquellas mamás que se esfuerzan
tanto por hacerlo de la mejor manera día a día. Ancestralmente, las mujeres
mayores guiaban a las más jóvenes, se sentaban en círculo y compartían sus
consejos, era una práctica cotidiana.
Actualmente, en muchos grupos de Facebook, las
mujeres se congregan para resolver dudas y salen regañadas, me pasó ayer, en la
página de un autor que sigo, un post me pareció contradictorio, escribí mi duda
y una mujer respondió a mi comentario “si sabes la diferencia entre
consecuencia y castigo” confieso que mi ego se sintió herido y por un momento
sentí el impulso de responderle “claro, soy psicóloga”, afortunadamente he
aprendido a activar el botón de pausa, a evaluar mis respuestas para no
ser reactiva, dejé pasar el comentario y
estoy en búsqueda de la información que me clarifique el ejemplo que me causó
dudas. Esta mujer no resolvió mi duda, me trató de estúpida, y que bueno que
fue a mí, porque no hubo daño, pero imagina que respuestas de este tipo sean
recibidas por alguien que dude de su autoeficacia, seguramente la tendremos en
psicoterapia en poco tiempo, con distorsiones cognitivas de descalificación de
lo positivo o etiquetación. ¡Qué poderosas son nuestras palabras!
Por otro lado, hoy hubo conversatorios por la
lactancia materna en varias de las páginas que sigo y estos espacios fueron un
bálsamo, fueron el espacio propicio para que las mujeres que se encuentran
lactando resolvieran dudas, se sintieran acompañadas, en uno de estos Facebook
live, una de las especialistas, a la que
intentaré parafrasear comentó que muchas de nosotras no sabemos lactar y
sentimos dolor en los pezones porque no crecimos viendo a otras mujeres lactar,
crecimos con muñecas que venían con biberones, qué importante es entonces, que
las mujeres que ya saben cómo hacerlo acompañen a aquéllas que aún no saben
hacerlo y sienten dolor, angustia y tristeza;
qué importante romper mitos y aprender unas de otras.
No somos infalibles, no ayuda leer juicios,
ayuda la información oportuna. Como cada semana te invitó a dejarnos tus
comentarios, siempre es necesaria la retroalimentación.
Y aquí seguimos haciendo tribu, poniendo el
hombro para ti y por ti, para hacer de esta sociedad una sociedad sin violencia
y con buenos tratos. Gracias por leer.
Realmente como mujeres debemos aprender a apoyarnos a construirnos, más no a destruirnos.
ResponderEliminarMuchas veces nuestras suegras son como un juez y a veces nuestras propias madres, en alguna ocasión platicaba con una señora acerca de lo que implica ser madre y cumplir con otros roles. Esta señora me dio un buen consejo, "si su suegra le dice se ve que el niño ya tiene hambre" usted responda, "no sea malita apóyeme en servirle y vigilarle que coma". Si le dicen "mira como trae la cara o las manos bien sucias" , usted conteste "hay algodón en el mueble y agua tibia en el baño, si me puede apoyar se lo agredeceré mucho"....es así como pienso vamos aceptando que a veces no podemos atender todo inmediatamente y las demás mujeres que nos observan o critican, caen de cuenta que nos pueden apoyar, esta puede ser la sororidad de la que nos habla en su artículo. gracias por tomarse el tiempo...
Muchas gracias por compartirnos tu experiencia, me gusto mucho la sutileza de los mensajes y como bien dices, darnos cuenta de que otras mujeres nos necesitan y que podemos apoyarlas es maravilloso. Gracias por leer 💜
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