"Mamá, Yo me sé un truco
para que amanezca más temprano, solo pones aceitito de lavanda, cierras los
ojos y cuentas hasta 10. Abres los ojos y ya es de día"
En un grupo privado de mamás en
FB vi el post de una integrante quien un poco asustada planteaba que se había
dormido escuchando cuencos tibetanos y esa noche había soñado que volaba. -Eso
es de lo más común- fue mi pensamiento inmediato, yo tuve ese sueño recurrente desde mi
adolescencia. Confieso que al principio también me asustaba, y como el sueño
apareció justo cuando empezaba mi etapa de universitaria lo interpreté cómo la
víspera por iniciar mi independencia (vivir fuera de la casa familiar, ser
dueña de mi tiempo y decisiones, etc). Sin embargo, en este grupo de FB algunas
mamás opinaban que lo que había tenido la compañera era nada más y nada menos
que: UN VIAJE ASTRAL y le recomendaban que caminara descalza en el pasto para
anclarse a la tierra. -¡Glúp!- comencé a
pensar, -de la que me he salvado al siempre regresar y despertar en mi cuerpo
otra vez-. Debo ser sincera, muchos años me fui a la cama con el temor de tener
ESE sueño. La sensación de volar mientras duermes es tremenda, cero presencia de gravedad y como si la
atmósfera sideral te absorbiera. En mis sueños, varias veces me elevé tanto que
temía desaparecer o morir electrocutada por los cables de luz de los que más de una vez me tuve que
sujetar para no subir más. Además, nadie más parecía notar que me iba elevando
poco a poco como para asirme de una pierna y evitar mi fuga.
Debido a ese temor constante de
volar sin control ni rumbo, en otra etapa de mi vida (con mis primeras nociones
sobre psicoanálisis) reinterprete el sueño cómo: no saber qué hacer con esa
libertad de la que gozaba a 175.7 km de distancia de mi hogar. Claro está que, en esa época no había
escuchado nunca sobre los cuentos Tibetanos, a lo mucho conseguía música
ambiental (sonidos de agua o aves) o clásica (Bach y Mozart) para escuchar
mientras dormía como remedio para evitar tener ESE sueño otra vez. Bach siempre
fue él más efectivo, incluso por un tiempo dejé de soñar que volaba y apareció
otro sueño recurrente relacionado con un impacto o choque…
En ese momento de mi vida ya
había egresado de la Universidad y me encontraba en un "año sabático"
mientras me titulaba de la Maestría. Por supuesto encontré una nueva
justificación onírica, relacionando el nuevo sueño con el hecho real de un
accidente de auto que tuve contra un autobús. Convencida estaba de que los
sueños eran por estrés postraumático, por varios meses dormí con una luz tenue
prendida. Cierto día probé apagar la luz y no volví a soñar que chocaba.
Respiré unas semanas hasta que el sueño de volar volvió a aparecer.
Segura de que el sueño no se iría
decidí aprender a disfrutar la sensación
de elevarme. Con este nuevo propósito, apenas conciliaba el sueño e
intencionalmente buscaba elevarme por voluntad propia hasta que lo conseguía. Sin embargo, aún no
aprendía como detenerme y mucho menos a descender (aterrizar con estilo). Ahora
que lo cuento, tal vez fue ahí donde surgió mi temor a las alturas. Entonces,
ya con algunos años de experiencia laboral,
concluí que el significado del sueño estaba relacionado con el temor al
fracaso, a caer, a equivocarme en mi actuar profesional. De mi vida personal no
había mucho que temer a caídas, a esas "alturas" ya me había dado
tremendos tropezones en mis relaciones personales.
En 2010, decidí comenzar mi
vuelta al sol con otro ciclo y me mudé
otra vez de casa, de ciudad y prácticamente de vida, con mi música y mis
aceites. No sabría decir en qué momento el sueño desapareció o si fue que
aprendí a controlar mi vuelo, pero me he dado enormes divertidas escapando
saltando por los techos y bardas de los edificios de los lugares que visito
mientras duermo, incluso a veces intento volar más alto pero ya no puedo.
Después de leer todos los comentarios que le pusieron en el grupo de FB a
aquella compañera angustiada con ese primer sueño aerodinámico, me pregunto si
¿ya estaré más aterrizada -centrada-, más madura? o ¿me estaré sintiendo atada
a mis circunstancias actuales? Porque ya no vuelo.
Y bueno, de los cuencos
tibetanos tengo que decir que los conocí
recientemente y son una delicia. Hace dos meses tuve varicela y los cuencos
Tibetanos fueron los únicos capaces de calmar mi dolor corporal y permitirme
descansar. -Tremenda medicina son- le conté a mi compañero de vida,
recomendándolos. Hoy pensando en todo esto, puse aceite de lavanda en el
humificador, me dí un masaje en los pies, luego busque mi disco de Bach y
escribí este recuerdo.
Myrna H Curiel
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